UNA MALA COMBINACIÓN:
La obesidad
actualmente es un importante problema sociosanitario en los países
industrializados.
El cambio en el estilo de vida de la población, con una alimentación
no saludable abundante en grasas, muy alejada de nuestra dieta tradicional y
sana mediterránea, y una vida sedentaria, es la causa principal del gran
aumento de número de individuos obesos en nuestra sociedad.
La obesidad es una peligrosa amenaza para nuestra salud por
ser causante de múltiples enfermedades crónicas y principal responsable del
incremento del número de personas afectadas de diabetes tipo 2.
Como consecuencia a la enfermedad aparece la resistencia
a la insulina, ya que la obesidad conlleva alteraciones metabólicas en el
organismo.
La insulina, es una hormona producida por las células beta
en el páncreas, promueve la captación y almacenamiento de glucosa en el hígado,
el músculo esquelético y el tejido adiposo, reduciendo de esa forma los niveles
de glucosa en sangre.
En individuos obesos, esos tejidos necesitan unos niveles
más elevados de insulina para poder realizar su trabajo. Como resultado se
produce una mayor demanda de insulina, lo que aumenta la carga del trabajo de
las células encargadas de la producción de la insulina. Esto causa un desgaste
de las células beta, que no consiguen secretar insulina suficiente para
controlar los niveles de glucosa en sangre, dando lugar a la hiperglucemia (glucemia
alta) y por tanto la diabetes tipo 2.
Además, la presencia crónica de niveles elevados de glucosa
en sangre, sumada al exceso de ácidos grasos, son tóxicos para las células
beta. Este efecto es denominado glucolipoxicidad y su permanencia puede
provocar la muerte de la célula beta, causando la insulinodependencia de los
pacientes con diabetes tipo 2.
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